lunes, 19 de febrero de 2024

S.O.S. MATERNIDAD






Como siempre he hecho, busco en la lectura compañía, consuelo, sabiduría o diversión, y como suele suceder, encuentro un poema que pone mis sentimientos en palabras.

Seguramente, Rubén Darío no estaba pensando en la maternidad cuando escribió esos versos, pero yo, que vengo luchando desde hace años por el derecho de las madres a proteger a sus hijos, encontré en sus palabras el fiel reflejo de lo que tantas mujeres están viviendo por culpa del tratamiento que se da a la maternidad en los juzgados de familia. Especialmente cuando se trata de familias donde se han vivido situaciones de violencia y de malos tratos y se tiene la mala suerte de caer en las manos de un sistema machista y patriarcal que, cruelmente, finge defender los derechos de los niños imponiendo el contacto no deseado de estos con sus padres abusadores.

A la violencia doméstica, verbal, física o sexual, previamente sufrida en casa se une entonces la violencia institucional.

Una justicia lenta y colapsada que  hace que a los años de terrorismo intrafamiliar le sigan, despues, otros años de sufrimiento y de desgaste emocional, psicológico y patrimonial con los que el maltratador encuentra la manera de seguir maltratando a su familia.

Miles de mujeres acuden al sistema buscando protección para ellas y sus hijos, tal y como las campañas incentivan y en vez de ser protegidas, son acusadas de mentir e incluso de estar enfermas y sufrir el trastorno que inventó un pederasta llamado Richard Gardner en la década de los ochenta,

Obligan a los niños a callarse y los dejan imposibilitados de pedir ayuda amparándose en algo llamado el secreto de justicia y también obligan a las madres a guardar silencio sobre los procesos judiciales, negándoles así la posiblidad de pedir ayuda o hacer una denuncia pública de lo que están sufriendo.

En los juzgados de familia de varios países, se usan inventos como la constelación familiar o el inexistente síndrome de alienación parental para obligar a los niños y a sus madres a pedir perdón a sus maltratadores bajo la amenaza de ser separados caso no colaboren, se insta a las madres a desmentir sus acusaciones de violencia y abuso intrafamiliar, se asusta a los niños con apartarlos para siempre de sus madres si insisten en decir que no quieren ver a sus padres, se burlan de sus sentimientos y a ambos les aplican, en fin, la cruel terapia inventada por Gardner y que él mismo llamó terapia de la amenaza, sin intentar disimular cómo y de qué manera actúa la supuesta y maldita aberración que se sacó de la manga para proteger el mayor interés de los pederastas como él.

A muchas personas les cuesta creer que esto sea posible y lo entiendo, a mí misma me costaría hacerlo si no fuera porque lo estoy viviendo muy de cerca.

Me preguntan a menudo porqué publico tantas cosas sobre violencia doméstica e intrafamiliar si podría estar escribiendo otras cosas, y la respuesta es muy sencilla, escribo sobre lo que me interesa, sean orgasmos, besos, o malostratos y  lo hago espontáneamente y cuando el cuerpo me lo pide, sin un plan específico o un objetivo determinado.

A veces la inspiración llega recordando un beso, comiendo un helado con mi hija en la playa o leyendo poesía.

Como hoy, leyendo a Rubén Darío, sin poderlo evitar pensé en como la relación madre e hijos está siendo enlodada en  algunos juzgados por profesionales sin escrúpulos y como esos niños y esas madres conocen el valor de su amor, ese diamante que los demás tratan de dejar churretoso y sucio. Un amor precioso del que se burlan llamándolo enfermizo y al que amenazan sin compasión.

Dicen en Brasil que la boca habla de lo que el corazón siente y yo añado que los dedos escriben de lo que el alma padece. La poesía siempre es una puerta que me transporta a mi mundo interior y muchas veces, como hoy, me sirve de inspiración  para escribir.

La maternidad es parte de mí, como los besos que he dado y los que aún tengo guardados, como es parte de mí escribir y como también es parte de mí luchar por lo que creo justo. No tengo ejércitos pero tengo palabras y sustituyo soldados por textos, sean prosas como hoy o poemas como otros días.

Y me vienen a la cabeza, para terminar, otros dos versos mientras escribo; los he repetido mucho en mi cabeza estos días, como un mantra gandúl, son versos de Juan Mantero, poeta oscense, que me hacen recordar que la necesidad de ser valiente para defender aquello en lo que creemos, es indispensable: 

                                       porque las podré pasar canutas
                                       pero a corrales no me devolvieron nunca

Isabel Salas