La pobre niña rica,
con su piel blanca,
quiso ser musa,
pero es miedica,
(demasiado borrica)
y un poco manca.
Mala con avaricia,
culera, retorcida
y no sabe escribir
la palabra "caricia".
La pobrecita
creyó que era muy fácil
poner colores
a las hojas del árbol
de los poemas.
Y la maldita
que se creyó tan grácil,
se lo ha cargado
con su tierna manita.
Lo dejó en blanco y negro
seco, sin hojas,
muerto
como rabia sin perro.
Y el poeta
hueco y podrido
se sube la bragueta
y vuelve a la poesía.
Allí las musas
son pobres y groseras
pero acarician,
suspiran risas
y encienden las hogueras
con sus sonrisas.
Isabel Salas