domingo, 3 de mayo de 2020

TRAICIÓN


En el colegio aprendí, asépticamente, que el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid fue el resultado de una acumulación de tensiones políticas y sociales derivadas de la ocupación francesa en España, que había comenzado en 1807 con el Tratado de Fontainebleau. Este tratado permitía a las tropas de Napoleón Bonaparte atravesar el territorio español para invadir Portugal, aliado de Gran Bretaña. Sin embargo, el verdadero plan de Napoleón era controlar toda la Península Ibérica y nuestras autoridades, obviamente, o se hicieron las tontas o lo eran o tal vez unas traidoras como tantas que a lo largo de la historia han permitido invasiones en su tierra por intereses contrarios a los del pueblo.

Resumiendo, para quien no tenga fresca la historieta, la crisis política que se vivía  en España en aquellos días, se profundizó cuando el rey Carlos IV abdicó en su hijo, Fernando VII, tras el Motín de Aranjuez en marzo de 1808. Pese al cambio de monarca, Napoleón ya había comenzado a imponer su influencia en el país y convocó a ambos reyes a Bayona, donde forzó sus abdicaciones en favor de su hermano José Bonaparte.

Mientras tanto, en Madrid, el repudio popular contra la presencia de las tropas francesas aumentaba. El 2 de mayo de 1808, al enterarse de que el infante Francisco de Paula, último miembro de la familia real que quedaba en la capital, iba a ser trasladado a Francia, los madrileños se congregaron frente al Palacio Real. Al grito de "¡Traición!" se desató una revuelta espontánea, en la que civiles, armados con lo que tenían a mano, se enfrentaron a las tropas francesas.

Hasta que punto esta gente se levantó espontáneamente o fueron atizados por otros, eso no lo sé. Lo que sí parece seguro y contrastable es que general Joachim Murat, comandante de las tropas francesas, respondió con una represión brutal. La resistencia popular fue sofocada en pocas horas, y al día siguiente, el 3 de mayo, se ordenaron fusilamientos masivos, inmortalizados por Francisco de Goya en su célebre cuadro "Los fusilamientos del 3 de mayo". Un cuadro que desde que yo era chica siempre me puso los pelos del alma de punta. Intentando adivinar los nombres de esos hombres, tratando de imaginar que gritaron mientras los empujaban para matarlos y otros detalles que mi mente de niña quería adivinar entre miedo y reverencia.

Desafortunadamente, en las fuentes históricas disponibles no especifican la edad ni los nombres exactos de la mayoría de los fusilados de aquellos días en Madrid, aunque todos son recordados como símbolos de la resistencia de los españoles a la ocupación francesa y si indignación a la traición de los reyes.

Eran  civiles o militares como los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, que lucharon en el parque de artillería de Monteleón. Entre ellos, los más conocidos son los cuarenta y cuatro condenados que fueron ejecutados en la madrugada del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío, en la escena  inmortalizada en el cuadro  de Goya.

De estos, se han identificado algunos nombres a través de investigaciones históricas, como la del historiador Luis Miguel Aparisi, quien confirmó diez de las víctimas. Entre los fusilados está Francisco Gallego y Dávila, un sacerdote que aparece también representado en el cuadro.  Otros nombres son los de Anselmo Ramírez de Arellano, funcionario de Hacienda, José Reyes, Antonio Méndez y Manuel Rubio, albañiles que lucharon desde su andamio y los de Juan Antonio Serapio y Antonio Martínez.

El resto de los fusilados siguen siendo anónimos, aunque la investigación histórica continúa. Sus cuerpos fueron abandonados por orden de Murat y luego enterrados de manera clandestina en el cementerio de la Florida. Conocemos algunos de sus rostros e ignoramos los nombres de casi todos. Todos ellos, con su acto de extremo heroísmo, marcaron el inicio de la Guerra de Independencia Española contra los franceses, que duraría hasta 1814.

Me pregunto qué pasaría si España fuera invadida de nuevo. Si de nuevo las autoridades nos traicionasen, qué sucedería. No haría falta un pintor para inmortalizar nada porque hoy todos tienen teléfonos móviles y la gente lo graba todo, sin embargo valientes que estén dispuestos a resistir una invasión siempre hacen falta. Seguimos teniendo sacerdotes, albañiles y empleados de hacienda, pero ¿tendríamos hoy el mismo valor y determinación que aquellos héroes anónimos del 2 de mayo para levantarnos ante una injusticia o traición similar?

 

Isabel Salas