En algunos casos, las personas que, por una u otra razón, hemos pasado por la experiencia de vivir con miedo durante muchos años, desarrollamos una especie de resiliencia plus que pocos pueden entender. Que la mayoría no comprenda exactamente de qué hablamos cuando nos referimos a lo que nos sucedió es casi positivo, significa que no hay tantas personas que hayan pasado por esa vivencia y que los que hemos bebido el trago amargo del terror doméstico, o de otros tipos de terror, somos una minoría.
He tenido la suerte de aprender con otras mujeres que pasaron por esa tremenda experiencia, a recomponerme, a interiorizar y asimilar lo que realmente sucedió y sobre todo a entender que no tenemos ningún tipo de responsabilidad en el hecho de haber sido víctimas de violencia, sea física, psicológica o institucional. Esas teorías delirantes tan de moda, que intentan responsabilizar a la persona que sufre algún tipo de agresión insinuando que no logró decretar correctamente lo que deseaba, que no supo hacerse respetar, que no consiguió ver a tiempo que tipo de anormal estaba incluyendo en su vida, o que afirman que el universo le mandó un maltratador o un violador porque ella no supo explicarse, y que existe un "secreto" que la enseñará a no fallar más... francamente, son tan dañinas como la misma agresión.
Cuesta mucho tiempo recuperarse de una experiencia tan devastadora como es convivir diariamente y en tu propia casa, con las amenazas, el miedo y las agresiones y cuesta mucho esfuerzo también, perdonarte por sentirte mal (como dicen esas teorías new age) por haber escogido a la persona equivocada, no haber podido poner fin antes a la convivencia o no haber "sabido" poner límites a quienes te machacan desde las instituciones.
Aprendí con esas mujeres, que vivieron lo mismo que yo, que todas pasamos por un proceso más o menos parecido y que todas tuvimos un periodo de incubación desde el primer día de terror hasta que por fin, conseguimos reaccionar y poner un basta en el infierno que estábamos viviendo. Aprendí con ellas, que justamente ese día se inicia otro proceso también muy doloroso y que igualmente dura años: el desafío de reconstruirnos partiendo de una autoestima aniquilada contando además, con unas fuerzas muy escasas.
Ese trayecto, algunas de nosotras lo iniciamos con hijos a cargo y otras con los hijos ya mayores o sin hijos, muchas con un gran apoyo de la familia, otras sin familia o familias que no tienen interés en participar de ese proceso, algunas cuentan con un trabajo bien remunerado y otras están prácticamente en la indigencia. Aprendemos que cada caso es un caso diferente y exclusivo en el que, aún así, se producen coincidencias muy impactantes con el de otras mujeres del grupo. Todas estamos de acuerdo en que tenga el tamaño que tenga el vaso de hiel que nos hicieron beber, hay una gotita que es la que rebosa, la que nos hace dar el paso fuera del infierno.
Coincidimos en que la presión que nos vimos obligadas a soportar fue también, el día en que conseguimos las fuerzas necesarias para empezar el camino de regreso a nosotras mismas, la fuerza que usamos para el proceso de sanación y fortalecimiento.
Aprendemos muchas cosas juntas y entre risas y llantos nos damos cuenta que hemos sobrevivido a algo de lo que muchas mujeres no consiguen salir. Tal vez algunas no supieron reconocer la gotita que marcaba el principio del fin y enloquecieron, se suicidaron, enfermaron o las mataron. Las que sí supimos ver que seguir sería sinónimo de locura, enfermedad o muerte, somos las que nos encontramos en esos grupos de mujeres sobrevivientes donde somos al mismo tiempo doctoras y pacientes. Allí somos ayudadas y a todas ayudamos los días que nos encontramos mejor.
Hoy, cuando tanta gente en el mundo vive aterrorizada por las circunstancias sanitarias y políticas y donde la presión hace que muchos enfermen, enloquezcan, se empobrezcan y caigan en la desesperación, increíblemente, somos nosotras, con nuestra resiliencia tantas veces puesta a prueba y nuestra experiencia en reconstruir partiendo de las ruinas y usándolas como cimiento, las que inesperadamente estamos consiguiendo ayudar a otras personas. Cuando además de todo lo que significa haber sufrido violencia, hemos tenido que enfrentar también la figura detestable del pretendido síndrome de alienación parental, una enfermedad inventada que se utiliza en los juzgados, la capacidad de re-inventarnos se incrementa hasta límites desconocidos.
No es que tengamos muchos recursos materiales, pero sí poseemos gran fortaleza espiritual, y eso es lo que más se necesita en tiempos difíciles. En los últimos meses, hemos notado como más personas nos buscan y se fortalecen con nuestros sencillos consejos o las reflexiones que compartimos con ellos. Como muchos hoy, sabemos muy bien lo que es ser tratada de mentirosa, exagerada, conspiranoica o manipuladora.
Hace unos días comentábamos en una de nuestras reuniones que no nos sorprende que haya sido precisamente en Alemania donde se iniciara hace pocas semanas el movimiento de los Médicos por la Verdad, ya que los alemanes, lo mismo que nosotras, vienen de un proceso idéntico de re-edificación sobre escombros. Encontramos natural que hayan sido ellos los primeros en hablar de crear comisiones de investigación y comités de expertos independientes que no sean esclavos de las grandes compañías farmacéuticas etc. Lo mismo que nosotras proponemos sin que nadie nos oiga desde hace años, que se creen comisiones de médicos y abogados que desmantelen esa farsa del inexistente s.a.p.
Los médicos italianos empezaron con las autopsias, los alemanes con los datos sobre los tests, los de España y otros países se unieron y nosotras esperamos que el deseo de justicia y verdad no se les termine cuando se acaben los confinamientos. Miles y miles de niños y madres víctimas de la corrupción legal y judicial esperan que los médicos también se pongan a investigar qué sucede en los juzgados donde psicólogos seguidores de las teorías pederastas del médico depravado y suicida Richard Gardner, diagnostican a los niños que denuncian la violencia de sus padres como niños alienados y culpan y diagnostican a sus madres como supuestas alienadoras recetando para la cura de esa inexistente enfermedad la medicina más cruel que se pueden imaginar, separar y aislar al menor de la madre y entregarlo al padre acusado por el niño de violencia o abuso sexual.
La verdad es muy grande y todos debemos caber en ella, debe ser universal y cobijarnos a todos bajo su manto de libertad. No sólo los enfermos correcta o incorrectamente diagnosticados con covid (usando métodos de diagnóstico válidos o no) necesitan a los médicos que piden que brille la verdad, sino todas las personas violentadas en nombre de pretendidas enfermedades. Mientras la OMS mira para otro lado, como suele hacer, en cuanto masacran inocentes y defiende los intereses de sus patrocinadores, los niños y sus madres hace décadas que sufren en silencio esta pesadilla. Fuimos las madres sap las primeras en acusar a la OMS de corrupta y sinvergüenza, como protectora de pederastas y violentos con su silencio cómplice.
A pesar de las miles de denuncias de niños y mujeres sobre la masacre que se está llevando a cabo en los juzgados, los médicos no han escuchado y menos se han lanzado en defensa de esos miles de niños. Simplemente no saben que existen. Esperemos que ahora, tras esta tormenta, tengan tiempo y energía para luchar también por las víctimas del supuesto síndrome diagnosticado en los juzgados del mundo desde 1985 ante la impasibilidad de los medios, los colegios profesionales, los supuestos defensores de los DDHH y las autoridades que por supuesto incentivan y son responsables de esa aberración en muchos países del mundo, existiendo incluso leyes basadas en ese supuesto y jueces que penalizan pecados diagnosticados por los equipos psicosociales (como la envidia o la mentira) metiendo en la cárcel a las madres cuando sus hijos se niegan a ser vinculados con violentos.
Realmente este mundo necesita urgentemente médicos, abogados, periodistas, jueces, etc amantes de la Verdad.
Isabel Salas
Hace unos días comentábamos en una de nuestras reuniones que no nos sorprende que haya sido precisamente en Alemania donde se iniciara hace pocas semanas el movimiento de los Médicos por la Verdad, ya que los alemanes, lo mismo que nosotras, vienen de un proceso idéntico de re-edificación sobre escombros. Encontramos natural que hayan sido ellos los primeros en hablar de crear comisiones de investigación y comités de expertos independientes que no sean esclavos de las grandes compañías farmacéuticas etc. Lo mismo que nosotras proponemos sin que nadie nos oiga desde hace años, que se creen comisiones de médicos y abogados que desmantelen esa farsa del inexistente s.a.p.
Los médicos italianos empezaron con las autopsias, los alemanes con los datos sobre los tests, los de España y otros países se unieron y nosotras esperamos que el deseo de justicia y verdad no se les termine cuando se acaben los confinamientos. Miles y miles de niños y madres víctimas de la corrupción legal y judicial esperan que los médicos también se pongan a investigar qué sucede en los juzgados donde psicólogos seguidores de las teorías pederastas del médico depravado y suicida Richard Gardner, diagnostican a los niños que denuncian la violencia de sus padres como niños alienados y culpan y diagnostican a sus madres como supuestas alienadoras recetando para la cura de esa inexistente enfermedad la medicina más cruel que se pueden imaginar, separar y aislar al menor de la madre y entregarlo al padre acusado por el niño de violencia o abuso sexual.
La verdad es muy grande y todos debemos caber en ella, debe ser universal y cobijarnos a todos bajo su manto de libertad. No sólo los enfermos correcta o incorrectamente diagnosticados con covid (usando métodos de diagnóstico válidos o no) necesitan a los médicos que piden que brille la verdad, sino todas las personas violentadas en nombre de pretendidas enfermedades. Mientras la OMS mira para otro lado, como suele hacer, en cuanto masacran inocentes y defiende los intereses de sus patrocinadores, los niños y sus madres hace décadas que sufren en silencio esta pesadilla. Fuimos las madres sap las primeras en acusar a la OMS de corrupta y sinvergüenza, como protectora de pederastas y violentos con su silencio cómplice.
A pesar de las miles de denuncias de niños y mujeres sobre la masacre que se está llevando a cabo en los juzgados, los médicos no han escuchado y menos se han lanzado en defensa de esos miles de niños. Simplemente no saben que existen. Esperemos que ahora, tras esta tormenta, tengan tiempo y energía para luchar también por las víctimas del supuesto síndrome diagnosticado en los juzgados del mundo desde 1985 ante la impasibilidad de los medios, los colegios profesionales, los supuestos defensores de los DDHH y las autoridades que por supuesto incentivan y son responsables de esa aberración en muchos países del mundo, existiendo incluso leyes basadas en ese supuesto y jueces que penalizan pecados diagnosticados por los equipos psicosociales (como la envidia o la mentira) metiendo en la cárcel a las madres cuando sus hijos se niegan a ser vinculados con violentos.
Realmente este mundo necesita urgentemente médicos, abogados, periodistas, jueces, etc amantes de la Verdad.
Isabel Salas