jueves, 29 de agosto de 2024

PEOR QUE PEOR




Mucho peor que perder la alianza de casado, es perderla, un domingo por la mañana, en una vagina que no es la de tu mujer.
Peor que eso es que tu amante, con el miedo, decida ir a urgencias, en vez de esperar a que salga (deslizándose naturalmente) como le sugeriste, y por azares del destino, escoja el hospital donde tu mujer trabaja.
Sería una fatalidad que tu esposa fuera la ginecóloga que le extrajera el anillo después que le mostraran la radiografía, y en vez de devolvérselo a la paciente, tras leer la inscripción en su interior, lo guardase en su propio bolsillo mientras le dijera mirándola a los ojos:
-Soy la mujer de Pablo. Desaparece

Y la tragedia ya sería perfecta si a la hora de cena, horas después, te entregara el anillo con una sonrisa mientras te dijera:
- Toma corazón. Ya la desinfecté

Y sin más te sirva un flan.
Menos mal que esas cosas no pasan fuera de los cuentos de terror.


miércoles, 21 de agosto de 2024

MUSA DE ESCAPARATE



La pobre niña rica,
con su piel blanca,
quiso ser musa,
pero es miedica,
(demasiado borrica)
y un poco manca.

Mala con avaricia, 
culera, retorcida
y no sabe escribir
la palabra "caricia".

La pobrecita
creyó que era muy fácil
poner colores
a las hojas del árbol
de los poemas.

Y la maldita
que se creyó tan grácil,
se lo ha cargado
con su tierna manita.

Lo dejó en blanco y negro
seco, sin hojas,
muerto
como rabia sin perro.

Y el poeta
  hueco y podrido
se sube la bragueta
y vuelve a la poesía.

Allí las musas
son pobres y groseras
pero acarician,
suspiran risas
y encienden las hogueras
con sus sonrisas.

Isabel Salas











miércoles, 7 de agosto de 2024

HOME


 

Hace tiempo que no voy dónde quiero, sino donde tengo que ir. 

Las circunstancias y las venganzas de un cierto mequetrefe, así lo ordenan, y yo, que detesto mentir, le pongo al mal destino buena cara y le sonrío, me sonrío, nos sonreímos y nos concentramos para juntos, conjugar el verbo sonreír desde todos los ángulos imposibles y en todas las direcciones posibles.

Por dentro, sin embargo, pienso que las circunstancias son unas perras malditas sin sentido del humor y que no merecen ese esfuerzo, la única persona que lo merece es la dueña de la manita que se entrelaza con la mía para cruzar las grandes avenidas mientras nos dirigimos, sin ganas, a esos destinos indeseados. Recuerdo otros momentos, cuando yo decidía en qué cama dormir, en qué tren subir y dónde bajar. Sin horarios, sin explicaciones, sin prisa, sin nadie esperando en casa, sin teléfono celular, sin ruedas en las maletas, sin internet, sin reptilianos, sin vídeos de gatos ni gafas de cerca ni  hijos.

Eran otros tiempos, otras circunstancias, otros cielos, otros zapatos. Todo era otro, hasta yo misma era otra. Hoy en día, cuando mí teléfono me pregunta dónde quiero ir, y mi red social se interesa por lo que estoy pensando, me quedo analizando en como han cambiado las cosas y en lo absurdas que parecen a veces,  cuando la pregunta más cariñosa del día te la hace el programador de una aplicación a quien nunca verás y la más absurda, una psicóloga que no te conoce de nada y a quien le importas menos aún, y que ni intenta poner cara de inteligente para esconder el tedio que le producen tus respuestas.

Me vienen a la cabeza una lista de interminable de lugares a los que no deseo ir y a los que somos arrastradas mis hijas y yo por las circunstancias y sólo se me ocurre uno a donde sí me gustaría ir: "a casa". Y no esa casa de tejas y ladrillos situada en la calle tal número cual, sino a la casa esa que los ingleses llaman home y que yo identifico con ese estado de espíritu que te invade cuando te levantas sin miedo, vives sin temer al nuevo golpe que la jornada te tiene reservado y te vas a dormir en paz.

Ese estado de "hogar" dónde cuando tu niña te pregunta dónde vamos, le puedes responder con tu mejor sonrisa:

- Dónde tú quieras, preciosa.

Porque no hay circunstancias endiabladas, propiciadas por un indeseable, que te obliguen a arrastrarla  a lugares dónde nadie quiere ir.

Isabel Salas





jueves, 1 de agosto de 2024

FIESTA EN EL PATIO



Amaneció lloviendo y mi patio es una verbena llena de farolillos de agua colgando de cada hoja y cada rama. Los alambres de tender la ropa y el suelo también contribuyen al ambiente de fiesta con su brillo húmedo. Hasta yo colaboro con unas lágrimas al ver toda esa belleza que se despliega solo para mí. Hace años que llevo el llanto puesto y a la menor oportunidad desborda. 

Mientras yo me dedicaba a hacer unas fotos de nuestras plantas mojadas para la posteridad, mis gatas miraban atentamente sin entender muy bien mis impulsos fotográficos pero como siempre compañeras solidarias y curiosas.  

Les expliqué por qué siempre me han gustado los patios mojados llenos de reflejos y charquitos: son los domingos de las hormigas. Sin embargo ésto a ellas no creo que las haya impresionado mucho. Viven en un feriado prolongado llenas de mimos y desde su posición de privilegios gatunos, la lluvia, el frío o el calor suelen ser fenómenos que ellas disfrutan cerca del ventilador o al lado de la estufa, según corresponda.

Esta lluvia de hoy, definitivamente, alejará los últimos días de verano y hará que el otoño se instale con determinación. Lleva unas semanas tonteando, haciendo apariciones esporádicas al atardecer pero por alguna razón cósmica que desconozco, permite que el calor reine por algunas horas antes y después del almuerzo. Se crea así ese desconcierto climático tan característico de los cambios de estación en los cuales vemos por la calle gente vestida de invierno y otros con manga corta. Casi siempre son los jóvenes que van desabrigados y los mayores que se cubren demasiado por el miedo de enfermarse.

Siempre hay una madre con frío pidiéndole a niños acalorados que se pongan ropa porque ellas tienen frío y ellos se ríen y siguen corriendo con sus pieles al aire.

Las risas de los niños corriendo son como las gotas de lluvia en las hojitas, eternas y fugaces.

Isabel Salas