Pensaemas

domingo, 1 de diciembre de 2019

COMUNIDAD



“La verdadera educación no sólo consiste en enseñar a pensar sino también en aprender a pensar sobre lo que se piensa,  y este momento reflexivo –el que con mayor nitidez marca nuestro salto evolutivo respecto a otras especies- exige constatar nuestra pertenencia a una comunidad de criaturas pensantes.”

                                                                                                               Fernado Savater, San Sebastián 1947



Esa comunidad de criaturas pensantes, a la que se refiere Fernando Savater, es la única a la que me gustaría pertenecer, pero cada vez tengo más claro que el hecho de nacer ser humano, no basta para merecer tal honor y eso me preocupa mucho desde que me di cuenta. Esa comunidad a la que ni siquiera sé si pertenezco,  es la única patria a la que amo, la que llena mis ojos de lágrimas y en la que siento que cabríamos todos si de verdad lo deseáramos y estuviéramos verdaderamente educados.

Le he dado muchas vueltas a esa frase al pensar en patriotismos o en pertenencia. He desdoblado tantas veces  cada una de las palabras que Savater escogió para montarla cuando he reflexionado sobre lo que, de verdad, significa para mí ser andaluza, española, europea o brasileña, que me gustaría compartir contigo lo que he pensado.

Por un lado, para ver si se parece en algo a lo que hayas podido pensar tú sobre asuntos similares y por otro porque es algo muy importante que levanta demasiadas pasiones, y odios, provocando matanzas, guerras, guerrillas y horrores que me parecen injustificables: no hay ninguna patria o ninguna bandera que me parezcan merecedoras de que se derrame con dolor ni tan siquiera una gotita de sangre, porque todos somos, o deberíamos ser, por encima de nuestro lugar de nacimiento, humanos.

Soy más a favor de ese mundo que cantaba John Lenon en Imagine, que es el único dónde una comunidad de seres pensantes, correctamente educados, podría vivir, sin fronteras, sin banderas ni dioses que nos obligaran a seguir matándonos unos a otros.

Lo primero que me llamó la atención cuando leí esta frase por primera vez, fue el verbo constatar, precioso, rotundo, preocupante. El diccionario lo define como la comprobación de un hecho, el acto de establecer su veracidad y dar constancia de él. ¿Cómo podría yo comprobar que pertenezco a esa comunidad sin fronteras a la que pertenecen las criaturas pensantes?  ¿Pensando? ¿Intentando pensar?... y lo más importante   ¿Comprobarlo ante quién? ¿Ante los demás o ante mí misma?

Por haber nacido en España  en 1967 durante los últimos años de la dictadura de Franco, pasé mis primeros ocho años de vida en un ambiente hipócrita al extremo, donde me hicieron tragar como otro dogma cualquiera, lo importante que son las apariencias y el estar continuamente demostrándole a los demás cualquier  cosa que se requiera. Este detalle me hizo temer, en un primer momento, que yo debería de ser capaz, en algún punto lejano de mi incierto futuro, de demostrarle a los presuntos pensadores que merecía ser aceptada por ellos. Por consiguiente, gracias a mi educación católica llena de culpas, miedos e inseguridades, la absoluta certeza sobre mi completa incapacidad para parecer tan lista, me dejó muy triste.

Sin embargo con el tiempo he ido mandando a la chingada casi todas esas ideas sobre lo importante que es aparentar o pretender ser políticamente correcta con la intención de agradar a los demás y ahora vivo una fase en que sólo ante mí misma necesito comprobar las cosas. Soy la única persona a la que no puedo engañar, eso basta para mí, y sé que pienso, aunque reconozco que no sé si lo hago correctamente, como Savater afirma que hay que hacerlo.

Seguramente no. Me falta educación y nunca he sentido con la nitidez, fruto de la reflexión correcta, que sé pensar sobre mis pensamientos sin pensar tonterías. Las chorradas, por así decirlo, brotan naturalmente sin esfuerzo alguno, pero ya no me quedo tan triste. Si no soy parte de esa comunidad al menos sé, que es la única a la que me gustará sentir que pertenezco, y no necesito que nadie me lo confirme, lo sabré yo, cuando honestamente y ante mí misma, constate que así es.

Lo mismo que un bebé de ornitorrinco, al que alguien sacara de su hábitat y se lo llevase a New York, por escoger un destino interesante. Nunca dejaría de ser un ornitorrinco, aunque los demás no supieran que él existe y él jamás viese a otros de su especie. Eso no lo haría dejar de ser quién es. Así seré yo, cuando aprenda a pensar. No exactamente un ornitorrinco como el de la foto, no me entiendas mal, por mucho que piense, jamás lograré transformarme en un ornitorrinco neoyorkino.

Seré parte de esa comunidad de pensadores a la que aspiro pertenecer. Aunque ellos no me conozcan o no sepan que soy de su tribu, ni yo los encuentre por donde me muevo normalmente, seré parte de ellos y no necesitaré que nadie me lo diga para saberlo.



Isabel Salas
Fragmento del libro TRISTES CÍRCULOS POLARES

jueves, 21 de noviembre de 2019

RESEÑA ALICIA BARROSO


Reseña de Alicia Barroso

Lo he leído . 
Te diré que me considero unas de esas personas que , lejos de quejarse y dejarse llevar por la derrota , canto como tú cada vez más alto para superar " el ruido que la ciudad nos hace ". Es por eso que este libro me ha parecido un canto hermoso a la libertad , al optimismo , a la vida . No podía faltar también el amor . 

Estoy convencida de que todos nos vemos reflejados en algunos de tus poemas o en algunas de tus historias . Poemas dulces, sutiles que hablan del amor , del dolor , de la añoranza ...
Me gustò mucho esta frase " las faldas de las mujeres se levantan con risa ".
Un libro alegre , ameno , sentimental y próximo tal y como te imaginé a ti , su autora , al ver esos ojos tuyos .

Gracias Isabel .
Suerte y besos !











miércoles, 13 de noviembre de 2019

REFRANES



Hay gente que detesta los refranes, sin embargo, a mí, me encantan. Con algunos estoy de acuerdo y con otros no, claro, pero siempre me gusta leerlos.

Conocí a un tipo que decía detestarlos, en realidad eso no era sorprendente porque el pobre infeliz lo detestaba todo. Creo que nunca conocí a nadie más rencoroso y capaz de acumular tantos sentimientos negativos por todo. No le gustaba yo, por supuesto, ni mi compañía ni nada mío.

No le gustaba mi familia, ni la gente en general, empezando por su propia madre y terminando con el resto de la humanidad. Aunque hay que reconocer que era completamente democrático y justo jodiendo a la gente, a todos nos trataba igualmente mal y de todos decía cosas terribles e inventaba calumnias sin pudor.

Se consideraba por encima de todos y de todo.

Se tenía a sí mismo por una especie de genio superior con el poder de herir sin que nadie pudiera defenderse de sus arrebatos de ira, sus golpes o sus insultos. No respetaba las promesas, ni la palabra dada, porque nadie merecía el esfuerzo de portarse decentemente con él. Era un vil  y mediocre maltratador y por supuesto bebía y usaba drogas para hacer aún más detestable su compañía.

Hoy, después de muchos años sin saber de él, supe que aún no se suicidó aunque era la amenaza preferida con que asustaba sus hijos cuando intentaba manipularlos para que hicieran lo que él deseaba. No me sorprendió porque jamás lo vi cumplir una sola de sus promesas, así como no me llamó la atención saber que está solo, más solo que jamás estuvo, que sigue bebiendo y que sigue odiando a la humanidad, posiblemente más que nunca también, pues sus víctimas se fueron y ya no tiene a quien joder.

Está jodido, que no es lo mismo que estar jodiendo como diría el gran Cela.

Un maltratador sin víctimas es como un jardín sin flores o una noche sin estrellas, una cosa sin sentido aunque, por supuesto, con explicación.

Tal vez él sí se sorprendería si leyera algunos refranes.

Lo ayudarían a entender qué pasó con las estrellas y las flores y por qué los hijos y su mujer se fueron. Por si acaso me lee, le recomiendo reflexionar sobre uno en particular:

QUIEN SIEMBRA VIENTOS, RECOGE TEMPESTADES.


Isabel Salas


viernes, 8 de noviembre de 2019

MI FLOR DE GUAPURÚ



Un sombrero de flores,
besar sin prisa,
amar sin pudores.

Hablar de poesía,
escribir,
ver volar el día,
feliz.

Y no tener que dudar 
si me quieres.

Ni llorar, 
ni pedirte perdón,
ni esperarte,
ni sufrir porque tardas.

Ni temer.

Mi sueño
 es barato y sencillo,
no le falta calor,
ni perfume 
ni brillo.

Ya tengo amor
y escribo.

Ya hablo de poesía
y no le faltan flores a mi guapurú.
Besos y sombreros
sobran.
Sólo faltas 
tú.

Isabel Salas




Flor de guapurú




lunes, 4 de noviembre de 2019

COLOREANDO


Hace tiempo
que nadie me miraba
como me miras tú.

Sin ojos, sin pasado.

A destiempo.

Hace bastante
que nadie me besaba
como me besas tú.

Sin labios rojos, 
encariñado.
.
Letra de cante.

Honda,
profunda,
desconsolada.

Cachonda,
seca
y enamorada.

Tocando notas adormecidas,
arpas y almas
desprevenidas.


Desazolvando,
acariciando,
coloreando.


Isabel Salas




lunes, 14 de octubre de 2019

Y POR ESO REGRESAS




Porque a veces escribo para sacudir los mástiles de todas las banderas o levantar un tifón que arranque del tirón todas las tejas de mi falda y otras no, otras sólo necesito llorar a gritos suspensivos disparando sollozos, puntos y mandarinas.

Ser oro en paño, hostia sagrada, gota de amor que cuelga del alambique de cualquier vagina que se precie de estar enamorada. Ser la tiniebla helada que borda oscuridades en tu alma, antes de desollarla para consumo humano.

Y porque a veces, después de ser batalla en las guerras del mundo, yo sólo necesito estar contigo así, como hace un rato, cuando le echaste sal a mi lenguado y me dijiste que a lo mejor el sexo oral supera en mucho la espiral gastronómica de la mayonesa Hellmann´s, nacida, según tú, en el averno más profundo para los verdaderos hombres infernales que quieren mojar pan.

Y nos reímos tanto (que malo es nuestro inglés)  y es esa risa juntos la que se parece tanto al amor de botijo, que bebemos de nuevo, y vamos a la cama a retozar imitando cabritas y delfines. Hacemos cochinadas de esas bonitas que saben a pesar (de los pesares), a dominó y al sándalo de perfumar submarinos de lava.

Y entonces yo te miro y tú me miras y nuestro amor bendice las toneladas de escombro que nuestros besos han acumulado a lo largo de todos los siglos (Amén), y a lo mejor te digo que me gusta escribir mientras escarbas en los lugares esos que tú llamas tu reino y respondes contento que soy tu casa y que sin mí, a la primavera de todos los jardines le falta queso rayado para oler bien.

Y por eso regresas cuando te vas.
Y por eso te quedas cuando te alejas.

Isabel Salas

viernes, 4 de octubre de 2019

LUZ



La luz es como la verdad, sólo hay una. Versiones de la verdad puede haber miles, pero eso no la transforma en algo diferente de lo que verdaderamente es. 

jueves, 3 de octubre de 2019

GATO


Al gato blanco intentamos ponerle Drako, en honor a Drako Malfoy, pero mi madre fue incapaz de recordar ese nombre inglés y lo empezó a llamar el "blanco" para diferenciarlo de su hermano, al que llamaba "el otro".

Los dos llegaron a nuestra casa en estado de calamidad, con tiña, muchas pulgas y más hambre que miedo. Ignoraban (entre otras miles de cosas), que habían llegado a nuestra vida con una noble misión, la de hacer que mi hija pequeña se olvidase un poco de las horas terribles que siguieron al atropellamiento de nuestro Cosqui, un tigrecito maravilloso y juguetón al que todos en casa, incluida nuestra perra Kika, amábamos. 




Aunque sé perfectamente que ningún animal sustituye a otro, no pude resistir intentar amenizar  la tragedia. Comprendo que cada mascota tiene su propia personalidad y su manera única de querernos, sin embargo, la muerte de Cosqui nos dejó a todas muy tristes, y pensé que una forma de paliar el disgusto sería adoptar otro gatito callejero que necesitase una familia. Cuando a unos niños se les muere una abuela u otro familiar no podemos salir a la calle a adoptar otro pariente, pero cuando pierden una mascota, sí se puede traer otra a casa que les haga sentir una alegría nueva. Esa sensación de novedad sirve para diluir un poco el desastre que nos llena el corazón ante la pérdida de un animal querido y en realidad sirve tanto para los niños cuanto para los adultos. 


Nuestros dos gatitos pasaron su periodo de adaptación. Y aunque la Kika nunca los quiso ni jugó con ellos como hacía con Cosqui, los dos nuevos miembros de la familia se integraron y se fueron recuperando de sus heridas y enfermedades. Se convirtieron en dos preciosos gatos, uno Blanco y fofo de ojos dorados y el Otro, rayado de ojos verdes, aunque éste, infelizmente, nunca respiró bien y a los dos años terminó muriendo de una complicación en la clínica del veterinario de la esquina.



Desde que su hermano murió y hasta la llegada de la gatita Pandora años después, el gato Blanco pasó a ser llamado de Gato y a ese nombre respondía cuando lo llamábamos, y digo respondía porque él hablaba con nosotras de muchas maneras. Para solicitar educadamente que le abriesen una puerta o para pedir agua fresca emitía diferentes ruidos y gorgoritos, así como para saludar cuando volvíamos de la calle, despertarnos, avisar que quería cariños o protestar por los abrazos apretados de Hélène. Dominaba distintos maullidos que usaba con mucha habilidad y poseía una personalidad ingeniosa y didáctica gracias a la cual, nos entrenó pacientemente hasta que todos en casa aprendimos a entenderlo.


Esencialmente era un gato inteligente y bueno que conforme el tiempo pasaba iba creando más leyes y normas a las que nos adaptábamos los demás con la urgencia de agradarlo y hacerlo sentir mimado. 



A cambio de tanto cariño él nos regalaba, a veces,  una sesión de ronroneo en nuestro pecho o de fotos para ayudar a vender mis libros como modelo, otras nos ofrecía un canto gatuno que recordaba el arrullo de un pájaro y en algunos momentos extraordinarios una sonrisa. Sí, una sonrisa de delfín con la que nos hacía sentir especiales y dignos. Una sonrisa de felicidad, de que bien lo haces, de que a gusto estamos, que iluminaba la casa y secretamente me emocionaba como si alguien me acabara de premiar con el galardón galáctico del reconocimiento al amor felino.


El Gato tuvo problemas renales después que mi madre regresó a España y esporádicamente, experimentó algunos episodios de mucho dolor  cuando expulsaba sus piedrecitas. Después se recuperaba y volvía a brillar, hasta que la última vez, hace unos meses, no pudo, fue incapaz de recuperarse y murió.


Ha dejado un agujero en el alma de nuestro hogar, que no conseguimos cerrar. Kika y Pandora tienen cada una su papel único e irrepetible, pero no pasa un día en que no echemos de menos a nuestro Gato, a sus maullidos de amor y al cariño que nos regalaba a chorros. Estamos convencidas de que si hay un cielo para los gatos, él estará cómodamente instalado en una nube mullida mirando el paisaje y amando cada rayito de sol.

La nube, por supuesto, la adivino contentísima de tener un invitado tan ilustre.

Isabel Salas