lunes, 21 de julio de 2025

BOLA DE RULETA


A veces
 te quieres enamorar,
 y escoges entre todos los que ves,
de quién te enamoras.
De propósito,
porque es la hora,
porque tu alma pide hijos,
exige besos,
necesita cosas,
quiere dormir con alguien,
abrazadita,
y llora.


quieres de pronto ser de alguien, 
 o tener alguien
a quien llamar tuyo,
y te enamoras
con premeditación y alevosía.
Con decisión.

Lo haces
 del que está allí,
del primero que pasa,
de otro barco a la deriva 
como tú,
que está como tú,
queriendo lo mismo
buscando un amor que flote
al que agarrarse.

Y puede salir bien,
eso dicen,
 aunque a mí, la verdad,
siempre me salió mal.
Son amores aburridos, tristes,
grises.
Vomitivos, repugnantes,
sin sonido.
Submarinismo en un mar de barro.
Huelen a muerte
antes de nacer y son nocivos
para todos los tipos de salud,
peor que fumar,
o dejar de coger,
o parar de soñar.

A mí, 
lo que me sale bien 
es enamorarme sin querer.
Enamorarme 
prestando resistencia.
Gota a gota,
como un suero maldito directo en la vena.

Con miedo.
Con ganas de matar,
de golpear.

Me sale bien
sentir a ratos rabia 
de quien me despierta cosas dormidas,
de quién derrite
sentimientos congelados,
y resucita
sensaciones muertas.

Con esos amores
siempre me sale bien,
respiro colores,
exhalo perfumes y risas.
Hay sensación de vértigo
pero no vomito.
La vida me respira y yo a ella,
ósmosis vital.
Mares limpios para nadar,
buceo a pulmón libre
atravesando peces.

Son amores de veras.
Verdades de intensidad variable,
 terremotos educados 
que te lo derrumban todo
con una sonrisa de magnitud diez
con derecho a tsunami.
Con vete al carajo
y vuelve rápido
que sin ti no es lo mismo.

Amores impremeditados,
con atenuantes,
con pimienta en la llaga,
risas raras,
miradas estiradas como hilos de cobre
ruido de bolita
saltando en la ruleta.

Felicidad,
fantasía, sueños,
sonrisas
y el susto constante,
permanente,
de morirte o borrarte
cuando se cumpla el plazo
de caducidad.

Isabel Salas

domingo, 13 de julio de 2025

CALIBRE NUEVE


Cuando me defiendo, 
me defiendo de todo con la misma fuerza.
Me defiendo de mí,
de ti,
de lo que se mueve,
de lo que siento malo con razón o sin ella, 
y de lo bueno,
de lo bueno raro que parece palo,
aunque no lo sea.

Sin orden ni pudor, 
sin concierto esquivador de golpes.
Sin razón.
Ataco lo que imagino 
y lo que existe.

Todo me sabe a malo y todo es peligroso.
Mi cabeza no piensa 
porque estar así es como estar dormido,
o tonto,
o peor, mucho peor,
dormido, 
triste y tonto.

Y cuando me defiendo de todo lo gris,
yo también me quedo gris
y es difícil quererme.
Lo sé.

Nunca he pedido que me quieran así.
Querer en blanco y negro no es algo que se pida.
Es algo que no pasa,
y si pasa,
el gris se pasa y vuelven los colores
 y todas las sonrisas.
 Pero eso es raro,
¿Quién va a querer amar de esa manera?
O mejor, 
¿Quién va a querer amarme así?

La manera existe, 
lo que no existe es quién la aplique en mí.
Nunca pasó,
y si pasó,
pasó tan lejos que no la sentí.

Así que normalmente,
 mi locura gris la limpio sola,
escribiendo
 hasta parar todo lo que se mueve,
o llorando 
lágrimas especiales 
calibre nueve.

Letras saladas y lágrimas sin tildes,
las dos formas,
solas o combinadas,
que dejan mi sonrisa nueva 
y devuelven la vida 
los colores muertos.

Mis dos maneras de abrillantar los ojos,
y mirar lo que pasa,
lo que existe 
y lo que yo quisiera que existiera.

Mi manera mía de mirarlo todo,
con mis ojos míos.
 
Mi mirada mía llena de palabras brillantes
escritas con tinta calibre nueve, 
que por no pensar,
a todo 
se atreve.

Isabel Salas




miércoles, 2 de julio de 2025

LA SERPIENTE SIN CASCABEL




¿Quién le pone el cascabel al gato?
No sé.
Yo se lo pongo al coronel,
y al caballito 
del carrusel.
Le pongo un cascabel 
a la barquita
sin timonel.


Al gato no, que araña,

que me regaña por ser tacaña 
y  darle el cascabel
a la serpiente,
que vive en la cabaña del capitel.
Cerca de la montaña
del desnivel,
y estaba triste
sin cascabel.



Isabel Salas




sábado, 21 de junio de 2025

NOCHE Y AURORA


Al final del final de la tarde,
llega la noche,
la  negra noche llega,
y mi piel arde.

Arde de ardor de ganas de que llegues,
de ganas de ganarte,
de tenerte,
como un premio de tómbola.

De enredarte 
en mis manos y en mi pelo,
de sentir tu lengua dentro de mi boca
como un caramelo.

De contarte secretos
de adivinarte gustos 
y darte tres mil besos
que borren tus disgustos.

La noche en carne viva 
que se pone bonita,
que se viste de estrellas,
de caracolas,
de lava de volcán,
de trigo  y amapolas.

Mi preferida hora,
la que te trae a mí y te deja ser mío
hasta la aurora.

Isabel Salas


jueves, 19 de junio de 2025

SIN SOL


 Hoy 
quiero ser caracol.
Ni mulas ni canarios tienen cascarita
y yo quiero estar dentro.
Dentro de algo,
que sea casita
por un momento grato
y haga que se me olvide 
que me salí 
de ti.

Esconderme del sol.
 Escapar 
del control.
Huir de los horarios, quedarme calladita
y volver a mi centro.
A mí.

 Mi centro de comando.
 de control.
 De poder.
De poder sobre mí. 
De poder respirar y volver a vivir.
Centro de graves decisiones,
de gravedad.

Allí gravita 
la fuerza que preciso para no llorar
  y tratar de seguir,
continuar,
poder jugar y sonreir
sin ti.

Isabel Salas


domingo, 15 de junio de 2025

SONIDOS


Hay sonidos de noche estrellada, de olor a bizcocho recién hecho, de abrazo. Sonidos que rebasan la barrera del sonido y corren a la velocidad de la luz.
Ruidos especiales, fabricados especialmente para iluminar la oscuridad con su brillo bueno de felicidad en estado puro. Algunos huelen a sombra de árbol o tienen sabor a comida preferida.

Entre todos ellos, me gusta mucho el ruido del agua, ya sea haciendo olas en el mar o corriendo calle abajo cuando llueve haciendo  ríos después de bailar en mi tejado, también el de la voz de mis hijas diciendo mamá y el eco de mi nombre dentro de mi boca cuando el hombre que mejor me supo besar me llamaba aún estando cerquita y adentro.

Pocas cosas suenan mejor que el viento caliente de los días de verano o las acerolas maduras que caen en mi patio recordándome que no sea perezosa y que debo cogerlas antes de caer, me dicen que no es lo mismo coger que recoger y sonríen mientras susurran que están en su punto, perfectas para ser apreciadas, como la risa dos niños riéndose juntos, otro de mis barullos preferidos, mágico, vital, que huele a vida y suena igual de bien si eres uno de los dos niños o escuchas desde fuera. 

Todas las risas me gustan, todas ... y en todas estoy riéndome contigo.

Isabel Salas 

domingo, 8 de junio de 2025

LA SEMANA

Dijiste una semana. 

Una semana llena de horas divididas en días que en un primer momento me parecieron eternos, pero aún así me preparé. Imaginé que sin ti, serían siete noches tristes y siete tristes días con sus tristes tardes casi imposibles de soportar, pero me obligué a sonreír y confiar. 

Soy una especialista en eso, en sacar sonrisas del sombrero mágico de dónde otros sacan conejos y palomas.

Así que saqué una y me la puse. 

Me preparé para esperar a que pasaran esos siete días, sabiendo en el fondo de mi alma que era mentira y no regresarías. Aún así me dispuse a contarlos uno a uno, a mano.

Y el alma tenía razón.

El siete se estiró como los cuellos de los dos millones de pollos que hay que matar para conseguir un kilo de orejas de pollo.

Mucho.

Mucha sangre, mucho dolor, muchas lágrimas de pollo y mías mezcladas y al final plumas por el suelo, tus canciones malditas que suenan en mi cabeza y tu horóscopo chino, que  debe ser rata o algo que rime bien con cabrón por si tengo que escribirte un poema que salga bonito y digas gracias por bendecirme.


Que bien rimado está.
Muchísimas gracias. Aleluya. Amén.

Pero que pena que los dos millones de pollos ya no podrán oirte porque sus orejas ya no están.
Ni yo.

Ni esas luciérnagas del bote de cristal que estaban allí para ser lamparita pero nadie aguanta brillar tantos días y están dormidas o sordas o muertas y ya no vuelan ni bailan aunque venga en persona Juan Gabriel a cantarles, con Bisbal y con todas las otras encantadoras voces masculinas del panorama musical mundial.

Isabel Salas




miércoles, 4 de junio de 2025

LOS UNOS Y LOS DEMÁS.

 
 
 
Hay gente que se va.
Se va de su país, de su relación, de su trabajo. Y después de un tiempo vuelve a su relación, a su país, a su trabajo.
Son los amores de ida y vuelta. Los emigrantes retornados.
Los empleados pródigos.
Alguien mata una cabra y se hace una fiesta para celebrar ese regreso inesperado e improbable que en realidad era inevitable porque el dueño de los pies no sabía caminar hacia otro lado.

Hay otra gente que no sabe volver.
Se obligan así a permanecer en el nuevo país. O en el nuevo trabajo. O en el nuevo amor. Siempre están llenos de dudas, sin saber si están caminando o huyendo.
Aprenden que cuando regresar no es opción, el único camino es seguir adelante. Y cambian de dirección cuantas veces sea necesario.
Como el Lute, escogiendo a la bulla entre caminar o reventar, o andando el camino llorado del caminante de Machado.


Están también los que permanecen.
Los que no se van. Los amantes de su patria chica. Los que adoran su pueblo y no lo cambian por nada.
Allí nacen y crecen
Se reproducen y mueren.
Felizmente adaptados o trágicamente amarrados, pero instalados para siempre en su ubicación mental y geográfica.
Estables como el uranio cuando está estable. Quietos por fuera y tal vez inquietos por dentro.
 
Me pregunto si los que regresaron desearían no haberlo hecho. Si los que se fueron, sueñan con la vida que habrían tenido quedándose y si los que permanecieron evitan mirar los aviones para que la pena de no haberse ido no los estrangule.

Me lo pregunto porque soy muy curiosa. Es un juego de la mente. Un invento chino. Un trivial sin quesitos, sin cabras muertas ni banquetes. Sin sonrisas ni respuestas.
Aunque tal vez con lágrimas.

Isabel  Salas