Pensaemas

miércoles, 1 de octubre de 2025

TAL VEZ GROUCHO MARX

A lo mejor es sólo un poema
o a lo mejor no.

Puede ser un río de lava que quema,
o una cuerda que tire de ti
hecha con la piel,
de la hiel,
de un fonema.

O tal vez, me pongo,
y resulta,
que dejo que escriban mis tripas
en vez de mis dedos.

Y por arte y gracia de tres mil chiripas
se acaba mi miedo
y vuelves,
y plantas tus uvas, de nuevo,
en nuestro precioso viñedo.

Puede ser que parezca 
un poema más,
pero a lo mejor
es mi amor gritando
o tal vez 
Groucho Marx.

Es mi alma rogando, llorando
tal vez suplicando,
o quizás,
ganas de volver,
desandar lo andado
para amanecer
en la misma cama 
y en el mismo ayer.

Pueden parecer 
nada más que palabras,
que se forman 
sin poder evitar traicionar
el secreto,
pero son mucho más.

Son todos mis trucos,
mis abracadabras,
intentando que el mago aparezca
y te traiga y quieras
evitar que perezca
la motita de amor que aún palpita,
preciosa y chiquita,
llena de pasión,
en la esquina del arpa olvidada
de mi corazón.

Tal vez pienses que es,
 nada más que otra vez, un poema,
o tal vez,
Groucho Marx, 
puedas ver.

Isabel Salas

viernes, 26 de septiembre de 2025

SEPTIEMBRE 2025

El blog cumple hoy once años.

Han pasado tantas cosas importantes durante ese tiempo que ni sabría por donde empezar a enumerar. Mis hijas, en septiembre del 2014, eran las dos menores de edad aún. Una tenía diecisiete y la otra nueve, hoy son dos mujeres y tengo un yerno.

La Kika, mi perra, que me acompañó durante todo ese tiempo, en 2014 tenía siete años. Ese año le operaron un cáncer en Navidad, se recuperó muy bien pero el veterinario fue muy bruto el día que le quitó el esparadrapo. Nunca volví a su consultorio, pero hasta hoy me arrepiento de no haberlo insultado. Un indeseable sin vocación.

Mi Kika murió hace unos meses, con dieciocho años y después de habernos acompañado en diferentes mudanzas por Brasil, Uruguay y Argentina. Aún escucho sus uñitas siguiéndome por la casa. Como si estuviera aquí cumpliendo su misión de caminar tras mis pies sin pereza ni motivos.

Desde 2014 he vivido años muy intensos,  con grandes alegrías y muchas penas también. He conocido gente estupenda y a otras menos agradables. También han muerto varios familiares y amigos. Entre ellos mi padre y mi marido, los dos el mismo año, 2022, con pocos meses de diferencia. Eso me convirtió  en huérfana y viuda casi al mismo tiempo y me produjo un estado de shock que me duró muchos meses. Podría decir para resumirlo en pocas palabras que pasé por una especie de "vértigo existencial" y que somaticé un montón de cuestiones debido al estrés y al desconcierto. Defensas bajísimas, vértigos reales de vomitar y sentir el mundo dando vueltas y todo lo que podáis imaginar.

Durante estos años, he escrito siete libros, seis ya están publicados y espero que en pocos meses el último también lo esté.  He estado en Colombia, en Escocia, en Brasil y en España. Vi casarse a una de mis primas y lo pasé muy bien en su boda, pude ver a mi familia reunida y me sentí realmente feliz de compartir esas horas con ellos.

Ha sucedido una pandemia y hemos visto la llegada de la inteligencia artificial.  Han sido en fin, unos años muy interesantes, pero si algo me ha dado un cierto grado de estabilidad en medio de tantos cambios ha sido mi Blog. Ese espacio casi irreal, gratuito y libre donde he ido publicando poemas, cuentos, reflexiones, artículos, opiniones o simples saludos, como este de hoy.

Estamos rondando las 675 mil visitas y realmente es increíble que sea así. Nunca conseguí indexarlo correctamente y google no me sabe recomendar ni buscar. Sin embargo, aquí estamos. 

No quiero dejar que se termine septiembre sin mandar un abrazo a todos los que aparecen de vez en cuando por aquí y pasan un rato leyendo las cosas que publico.

No se hacen una idea de lo importante que es para mí saber que están ahí.

Como se han convertido en un hilo conductor. Un hilo lector, un cable a tierra.

Sé que yo siempre tendré algo que decir. Espero de corazón que haya siempre alguien con ganas de leerme.

Como tú. Un abrazo. 

 Isabel Salas 

 




domingo, 21 de septiembre de 2025

AMOR IMPOSIBLE


Hay amores imposibles.
Inviables de todas las maneras.
Inasequibles, 
aunque juntes todas tus monedas.

Son amores tan amores,
que aún sin ser correspondidos
emanan con luz propia
 llantos y dolores.

Amores irrealizables,
irreales,
inalcanzables.

Impracticables senderos 
dibujados en zig zag
en la ladera del jamás.

Transitables
para un experto montañero
pero imposibles para mí
hecha de carne y no de acero

Isabel Salas








miércoles, 10 de septiembre de 2025

ROJO


 Rojo.
Rojo encendido de cosas rojas.
De rojo sangre  
de la sangre roja que saca la espina
 de la rosa roja de mi rosa carne,
que por dentro
es roja.

Rosa que cojo,
cuando cojo el rojo
 de la flor que brota en el jardín 
de las rojas rosas,
junto con las cosas  rojas 
 que brotan de mí,
 cuando es para ti,
naciendo dichosas  
en mi otro jardín.

Mi jardín 
inventado para ti,
de bellos rojos vivos.
Labios de cereza, mejillas de fresa,
rojos primitivos,
deseos,
sorpresas.

Mis rojos cultivos de ideas traviesas,
de rojas promesas.
De amor,
de te quiero,
de roja pasión y rojo temblor.
 
De vuelve mañana,
de quédate hoy,
de roja manzana
y rojo licor.

Isabel Salas

miércoles, 3 de septiembre de 2025

PARÉNTESIS




Él estuvo todo el día dudando entre llamarla y no llamarla. Esa duda eterna del día después, de horas después, cuando hemos compartido la intimidad con alguien pero no sabemos si podemos invadir el resto de su vida con una llamada sin que eso se interprete mal.


Pensó mucho. No quería que ella creyese que habían comenzado un romance, ni una relación, ni nada. Las mujeres ya se sabe que si las llamas al día siguiente comienzan a pensar en boda. Pensó en ella durante el desayuno, mientras se bebía un café. En su piel, en su manera de acariciarle el rostro y como había sonreído cuando él le hizo una broma. Pensó en ella durante el almuerzo, en su olor, en su pelo. 



Su ternura.


Por la tarde se puso a leer y entre las letras se le aparecían sus ojos mirándolo, así que cerró el libro y decidió pasar el resto de la tarde del domingo entrenando un poco. En la calle poca gente y él corriendo. Dominando su cuerpo, pidiéndole ese esfuerzo extra al que tanto estaba acostumbrado para mantenerse en forma. Pasó por un escaparate donde de refilón vió unas ropas de mujer.

La blusa se parecía a la que ella llevaba.

Volvió a casa, cenó y durante la cena estuvo acariciando el teléfono una vez más. Tal vez decir buenas noches y preguntar como había pasado el domingo no fuese tan grave. Parecería una mera cortesía que no complicaría las cosas. Decidió que la llamaría después... en la cama, así podría hablar con ella antes de cerrar los ojos. Quien sabe soñar un poquito con ella.

Nada grave, sólo para apimentar esos sueños cada vez más sosos. recordar las jugadas más interesantes...comentar los orgasmos. Llamó. Colocó su voz maś sexy, esa que tanto les gusta a las mujeres y que los hombres saben cuando y como usar. Cuando ella contestó, de fondo se oían ruidos. Ruido de niños.

¿Ella tenía niños?

Era posible...

Las mujeres de los sábados por la noche algunas veces tienen niños los domingos por la mañana. Un mundo, una vida. Un pasado, un vacío. Un presente complicado.

Son las peores.
Las mejores.

Las que te miran a la hora de hacer el amor aunque tengan los ojos cerrados, las que te miran aunque ya no estén. Las que se entregan con más firmeza y se repliegan con más eficacia. Las que se van antes de amanecer y no llaman más. Las que cuando las llamas ni se acuerdan quien eres porque eres un paréntesis.

Así que cuando ella dijo hola. él no dijo nada.

Ella repitió varias veces el saludo mientras con un ojo miraba los niños, y con el otro el brazo que volvía la tortilla. En vista de que nadie contestaba apretó el botón rojo. ¿Quién podría ser? El número no le era familiar. Algún error seguramente. 

A ella nunca la llamaba nadie un domingo. Pensó que al terminar la cena y acostar a los niños tendría un ratito para ella. Planeaba dormirse pensando en la noche del sábado. Había conocido a un hombre, había aceptado su invitación y había dormido con él. Habían hecho el amor con muchas ganas los dos. Le había gustado mucho. 

Todo. Su pelo, su manera de agarrarla, sus ojos, sus bromas, su olor... sus manos calentitas. Su sonrisa cuando ella encontró gracioso algo que él dijo y se rió.

Cuando cerró los ojos se preguntó si él habría pensado en ella ni que fuese un minuto. Deseó que sí, que aunque fuese un momento durante el ajetreo de su domingo, él hubiese pensado en ella un segundo. Desde su corazón le deseó buenas noches y buena suerte. Imaginó por un instante como habría sido bueno que él la llamase aunque fuera sólo para decir hola. Le habría gustado mucho.

Apartó ese pensamiento triste de su cabeza. Los hombres de los sábados no llaman los domingos. Seguramente él ni se habría acordado de ella, ya habría olvidado su nombre y dentro de pocos días borraría su teléfono de la agenda. Ella ni había anotado el suyo. ¿Para qué?

Sabía muy bien que para él ella no era nada. Nada importante. Nada suyo.

Apenas un paréntesis.

Isabel  Salas

Del libro, EL CANARIO Y LA MÁQUINA DE COSER







viernes, 29 de agosto de 2025

LETRAS DE PUNTA

 
Pelos de punta, piel de punta. De punta los ojos y el corazón. Las uñas y las lágrimas de punta cuando apunto la puntita de mi lápiz  y escribo palabras que apuntan a ti.
Apunto a dar.
Y doy.
De frente, de lleno, de hondo, de puñal verbal que se clava abriendo la carne del alma con  letras bandidas que llegan mansitas como ola de río, apenas lamiendo los márgenes como de pasada, mientras suavemente se deslizan camino del mar.
Olas de reojo que nadan mirando a otro lado y pasando arrancan sin mala intención pedacitos de orilla de piedras, de arena, de lodo y de carne de río.
Todo lo que el río tiene lo tocan sus olas y todo lo que tienes tú lo toco yo con mis palabras. Frases habladas, a veces escritas, sonreídas, besadas, envueltas en papeles de regalo y con olor de juguete nuevo que acarician tu piel y estremecen tu carne de ti.

Isabel Salas









jueves, 7 de agosto de 2025

MUY, (JODIDAMENTE), LEJANA



…Y a lo mejor no es que estoy jodida porque estoy lejos,  y va a resultar que estoy lejos porque soy muy jodida.

Será porque nunca me gustaron las cosas que se suponía que me tenían que gustar ni creí en el Dios que me intentaron meter entre pecho y espalda, como cualquier bocadillo de mortadela barata. No me sale del alma aceptar las cosas que otros dan por hechas y raramente estoy de acuerdo con la mayoría.

A mis más de cincuenta, sigo queriendo hacer (pacíficamente) lo que me dé la gana, como cuando tenía catorce. No lo que se espera de mí, o lo que pretenden que acate por decisión popular o divina, sino simplemente lo que quiero yo, por mis razones (que tengo pereza de explicar) y no por mis cojones (que ni tengo ni quiero tener).

Y eso, amigo mío, tiene un gran costo.

Cuando digo costo, quiero decir que hay que abonar un precio muy alto, que se paga con dinero (por supuesto) y con otras muchas cosas que te desangran: tiempo de discusiones, paciencia para aguantar gilipollas sin fronteras, noches de no dormir o de dormir a saltos, lágrimas de rabia, de  desconsuelo, de soledades o de impotencia, temporadas de colapso mental involuntario y épocas de sangre fría donde escoges vacaciones cerebrales y te dedicas a ver todas las temporadas de la serie que le gusta a tus hijas, (en tres días), para poder saber qué es black mirror o cómo coño se come eso de que el naranja sea el nuevo negro y las cárceles femeninas se hayan convertido, por obra y gracia del octavo arte, en lugares interesantísimos llenos de pasión y aventuras mil.

Es como una multa que el mundo te pone por no quedarte en tu país, ni permanecer casada, ni con el peso ideal, ni perfectamente depilada,  ni en pareja, ni obedeciendo leyes, ni creyendo en alguno de los dioses que el mundo te ofrece para que puedas decir Amén (con fe) cuando te obligan a poner el culo y sabes que  no será sólo la puntita, sino el padre de todos los obeliscos.

Tienes que prepararte para irte muy lejos si quieres vivir así, pero no lejos geográficamente, que puede ayudar (o no, como diría el hombre de los labios suaves) sino lejos lejos, de forma que aún estando en medio de todo y de todos, mantengas siempre una distancia prudencial con lo que te rodea. Así conseguirás que pocas cosas te lleguen a tocar y pocas personas te puedan joder de verdad.

Simplificas.

Digamos que seleccionas con gran sabiduría qué o quiénes te importan y el resto ya no te resulta tan dañino. Has pagado el precio y cuando terminas de pagarlo tienes sólo una maleta con las pocas cosas que te interesan y unos cuantos amigos por los que darías con gusto lo poco que te sobró.

Ese lejos, donde estamos las personas jodidas que no comulgamos con ruedas de molino ni con hostias sagradas, se puede llamar de muchas maneras, algunos lo llaman paz, otros, libertad, otros, nirvana, algunos, Brasil.

Yo aún no sé cómo llamarlo pero sé que cada día me gusta más.

Sé que en ese lugar lejano no reina la felicidad como estado permanente y soberano, porque la felicidad no se rige por las leyes de la ubicación, es, (como decía Carlos Arniches en "La señorita de Trevelez")), un pájaro azul que se posa en un minuto de nuestras vidas y cuando levanta el vuelo, nadie sabe en que otro minuto se volverá a posar. El mío, anda siempre revoloteando por sabrá Dios dónde, pero sé que hasta que vuelva el puñetero y caprichoso pajarito, al menos, aquí lejos,  hay poca gente tocando los huevos.

Hay una relativa, y científica, tranquilidad, que es, sin duda, lo más parecido a una felicidad comprada en los chinos que conozco.

Isabel Salas



viernes, 1 de agosto de 2025

ARENA FRÍA


La arena de la playa quema. Durante el día el sol se mete en ella  y cada grano esconde una llamita.  Son fuegos que juegan a incendiar los pies.  Calor atrincherado en piedras diminutas, que pide piel a gritos para quemar.

Pero de noche cuando el sol se va,  a la arena se le escurre el sol. Se le escapa el calor y en pocas horas  demuestra lo que es: pedacitos fríos de piedras muertas, heladas, machacadas... rotas.

Donde había calor no queda nada.
Como un animal muerto, la arena fría, deja de respirar. Ya no sonríe con los pies que vuelan por encima ni con los novios que llevan a las novias a mirar las olas.
Ya no. 

La arena helada se pone triste y llora.
Así me pasa a mí cuando te vas y te llevas las llamas que habitan mis granitos. También me quedo helada, sin sonreír y respirando poco. La arena tiene suerte. Sabe que en pocas horas se termina su muerte. El día llega y con él, su sol.
 
Yo no. Yo no tengo medida para medir mi noche. Sólo sé que te vas y que al irte me matas. Sé que la muerte es fría y dura lo que dura.
Horas, días o años para medir los daños de la falta de sol.

Isabel Salas



FOTO: Juliako Bernal                                  www.juliako.es