martes, 4 de diciembre de 2018

PUERTA MEDIO LLENA



Tal vez fui yo, que con la emoción del momento, no conseguí comprender lo que me decía aquel hombre, ni descifrar con qué intención me besó contra su puerta justo cuando me iba.

O tal vez fue la vida, que se divierte algunas veces, distorsionando los mensajes, y yo, no entendí bien lo me explicaba mientras metía su mano dentro de mis pantalones. O pueden ser las nubes, esponjosas y blancas, que sin premeditarlo, hicieron sombra sobre mis ojos y no dejaron brillar el amor, impidiendo que él viera en ellos cuanto lo amaba yo.

O la luna que no estaba lo bastante llena, ni tan vacía como las botellas que él y yo nos acabábamos de beber. O fue todo eso junto y muchas más cosas que tampoco entendí y al final, la verdad, es que simplemente, hay puertas que son callejones sin salida donde me comen a besos a pesar de no amarme ni un poquito.

A pesar de eso, fue doloroso aceptar que su corazón no nació para quererme y aún así, quiso besarme. Más duro fue saborear esos besos indescifrables y asimilar que, a la mañana siguiente, se habían convertido en portazos destemplados, como adioses a empujones, o a patadas.


Aquel hombre nunca más quiso mirarme a los ojos, y a pesar de que a su puerta aún le cabían muchos besos, me la cerró para siempre y todavía no sé por qué lo hizo ni a qué saben sus besos cuando no bebe antes de repartirlos.

Isabel Salas