martes, 29 de junio de 2021

PRO VIDAS

Desde el primer momento de la concepción, se crea una conexión profunda y trascendental entre una madre y su hijo. Este lazo no es únicamente biológico, es mucho más. Durante los nueve meses de gestación, el bebé no solo crece dentro del cuerpo de su madre, también empieza a conocer el mundo a través de ella. Escucha su voz, se familiariza con los sonidos de la casa, las risas, e incluso los movimientos y ruidos de las mascotas que lo rodean. En ese entorno, el bebé se siente seguro y protegido, estableciendo una relación única que será fundamental para el resto de su vida y su desarrollo.

Cuando el bebé nace, busca inmediatamente el latido del corazón de su madre, aquel que lo acompañó en todo momento mientras estaba en el útero. Ese sonido es su ancla, su refugio, una fuente de calma y seguridad que ninguna otra persona puede replicar. No importa cuán amoroso sea el entorno, solo la voz y el latido de su madre tienen ese efecto tranquilizador y familiar, porque es lo que el bebé ha conocido desde el principio.

El contacto piel a piel, ese momento en que el bebé es colocado sobre el pecho de su madre, es más que un gesto de afecto. Es un reencuentro. El bebé no solo siente el calor de su madre, sino que vuelve a escuchar su corazón, a olerla, a sentirse nuevamente en el lugar al que pertenece. En ese instante, cualquier separación se convierte en un trauma, una interrupción brutal de ese vínculo que ha estado construyéndose durante meses, causando una angustia tanto en la madre como en el hijo.

Este lazo es irreemplazable por mucho que algunos se empeñen en querer hacernos que es posible y que "cualquiera" puede ser madre. Se ha formado a través de la biología, pero también del amor, el sonido, la cercanía y la protección que solo cada madre puede brindar a sus hijos y sólo a ellos. Romper ese vínculo es como quebrar la esencia humana y destruir una relación que se ha tejido desde la concepción. Es fundamental respetar y conservar esta conexión, no solo por el bienestar emocional del bebé, sino también por el de la madre. Este vínculo es la clave para un desarrollo sano, donde el niño puede crecer sintiéndose amado y seguro, sabiendo que siempre tiene el refugio de su madre, quien ha sido su protectora desde el primer latido.

Pensemos en el contacto piel a piel después del nacimiento y cómo es crucial para fortalecer esta relación. No solo es vital para regular el ritmo cardíaco, la temperatura y la respiración del bebé, sino que también refuerza un apego seguro que influirá en el bienestar emocional del niño a lo largo de su vida. Para la madre, este momento también es esencial, ya que estimula la liberación de hormonas que facilitan la lactancia y fortalecen aún más el lazo emocional con su hijo. El contacto piel no es una performance en la cual cualquiera puede sustituir a la mujer recién parida.

El bienestar emocional del niño depende en gran medida de esta cercanía, de ese vínculo profundo con su madre. Separar a un bebé de su madre, o intentar que otra persona ocupe ese lugar, es una tortura para ambos y nunca podrá compensarse con nada, pues ninguna figura puede replicar la conexión que se ha forjado desde la concepción. La madre y el hijo están unidos por algo que va mucho más allá de lo físico: el sonido del corazón, la voz, las risas, y ese espacio compartido en el que ambos se reconocen y encuentran consuelo. La preservación de este vínculo es vital para que tanto el hijo como la madre florezcan, en una relación que ninguna otra puede imitar.

Sin embargo vemos como cada día se relativiza más la importancia de este vínculo y no sólo eso, parece que nos quieren enseñar que  si cualquiera se puede sentir madre, eso basta para que el bebé se sienta bien, y no, es una burla. Todos comprendemos la desesperación y la furia de una osa, una perra o una gata a quien se le retira su cría, y hasta nos compadecemos de ellas pero tratamos de minimizar el daño que nuestros niños y nuestras madres sufren cada día en diferentes contextos propiciados por los servicios sociales, las adversidades económicas o algunas decisiones judiciales crueles y perversas. Tal vez sea el momento de revisar algunos conceptos y dejar de mirar  para otro lado auto-engañándonos, seamos realmente pro vida y no solamente pro parto.

 

Isabel Salas