que las velas rotas
Pensaemas
jueves, 19 de septiembre de 2024
ROTO COMO NUEVO
que las velas rotas
viernes, 6 de septiembre de 2024
MAÑANA, MÁS
Siempre me desconcierta un poco pasear por la calle a esas horas del día en que la luz me invita al interior de las casas de los vecinos. Esos momentos en que los reflejos están tomando café en las hojitas de la plaza y los vidrios respiran o bostezan permitiéndome vislumbrar escenas intimas de las que jamás debería ser testigo.
Hace un rato vi a Marcela, la de la esquina, que está limpiando su sala en camiseta y no se puso los pantalones. Empujaba el sofá con una pierna y tenía cara de disgusto, parecía haber llorado. En verdad tiene lindas piernas para una mujer de su edad y tal vez de cualquier edad, lindas piernas y punto.
Después giré a la derecha y crucé. Hay que tener cuidado en ese lado de la calle porque las raíces de los árboles han roto la acera y es fácil caerse. Pude ver durante unos segundos al niño de Juana, la del porche lleno de hortensias, que estaba vaciando con una cucharita la maceta del aparador con cara de pilluelo. Debe imitar a su madre que siempre anda ocupada plantando y trasplantando sus amadas plantitas. Mientras yo vislumbraba ese pasajero fotograma, él se detuvo durante un breve instante y pensé que tal vez por algún motivo sintió mi mirada en sus manitas o me intuyó inconscientemente. Nunca lo sabré.
Seguí caminando y saludé al cartero, ha estado varios días sin venir porque se estuvo operando un problema de rodilla. Su sustituto también era un buen cartero, pero creo que todos estamos aliviados y contentos de ver a Nicolás recuperado. Él no solo sabe nuestros nombres y dónde vivimos, también regaña a los niños cuando cruzan sin mirar y sabe en que casa se suelen esconder los gatos del barrio cuando sus dueñas los buscan pensando que están perdidos.
Cuando terminé mi charlita con él me metí por la calle de la higuera vieja y puede ver como el matrimonio recién mudado a la antigua casa de la señora Carmela, estaba colocando un cuadro en la pared. Él sostenía el marco y ella le indicaba desde lejos si estaba derecho ya o había que mover alguna mano. Se reían los dos, parece que se quieren. Que sean felices. Son muy amables y ya se están haciendo parte de nosotros.
Regresé a casa justo a tiempo de ver a mi gata regresar de su paseo mañanero. Bajó de un salto del tejado y entramos juntas. Ella siempre se restriega contra mi pantorrilla cuando vuelve de sus excursiones.
Al girarme para cerrar la puerta pude vez que la luz ya había mudado y los reflejos ya estaban instalados en sus lugares. Acomodados para hacer su trabajo de camuflaje. La cortina se cerró. Mañana más.
Isabel Salas
domingo, 1 de septiembre de 2024
ÉXITO
El éxito no es la clave de la felicidad, pero la felicidad es, sin duda, la clave del éxito. En un mundo que a menudo nos empuja a perseguir logros externos, es fácil olvidar que la primera semilla de la verdadera felicidad nace del amor por lo que hacemos.Y el éxito no siempre se experimenta como una ovación pública o recogiendo un importante premio. Los años me han enseñado a sentirlo en cosas cada vez más pequeñas y aparentemente insignificantes. Un armario ordenado, un patio recién barrido, un blog que en pocos días cumple diez años o mis gatas durmiendo calentitas en la tranquilidad de una tarde de invierno, me hacen sentir realmente victoriosa.
Y todo se resume al final en limpieza, orden y paz.
Isabel Salas
jueves, 29 de agosto de 2024
PEOR QUE PEOR
miércoles, 21 de agosto de 2024
MUSA DE ESCAPARATE
miércoles, 7 de agosto de 2024
HOME
jueves, 1 de agosto de 2024
FIESTA EN EL PATIO
Amaneció lloviendo y mi patio es una verbena llena de farolillos de agua colgando de cada hoja y cada rama. Los alambres de tender la ropa y el suelo también contribuyen al ambiente de fiesta con su brillo húmedo. Hasta yo colaboro con unas lágrimas al ver toda esa belleza que se despliega solo para mí. Hace años que llevo el llanto puesto y a la menor oportunidad desborda.
Mientras yo me dedicaba a hacer unas fotos de nuestras plantas mojadas para la posteridad, mis gatas miraban atentamente sin entender muy bien mis impulsos fotográficos pero como siempre compañeras solidarias y curiosas.
Les expliqué por qué siempre me han gustado los patios mojados llenos de reflejos y charquitos: son los domingos de las hormigas. Sin embargo ésto a ellas no creo que las haya impresionado mucho. Viven en un feriado prolongado llenas de mimos y desde su posición de privilegios gatunos, la lluvia, el frío o el calor suelen ser fenómenos que ellas disfrutan cerca del ventilador o al lado de la estufa, según corresponda.
Esta lluvia de hoy, definitivamente, alejará los últimos días de verano y hará que el otoño se instale con determinación. Lleva unas semanas tonteando, haciendo apariciones esporádicas al atardecer pero por alguna razón cósmica que desconozco, permite que el calor reine por algunas horas antes y después del almuerzo. Se crea así ese desconcierto climático tan característico de los cambios de estación en los cuales vemos por la calle gente vestida de invierno y otros con manga corta. Casi siempre son los jóvenes que van desabrigados y los mayores que se cubren demasiado por el miedo de enfermarse.
Siempre hay una madre con frío pidiéndole a niños acalorados que se pongan ropa porque ellas tienen frío y ellos se ríen y siguen corriendo con sus pieles al aire.
Las risas de los niños corriendo son como las gotas de lluvia en las hojitas, eternas y fugaces.
Isabel Salas
miércoles, 31 de julio de 2024
ABRAZARNOS
Abrazarnos reconociendo nuestras heridas y nuestras vulnerabilidades no es signo de derrota. Es asumir nuestra compleja humanidad y permitir que el dolor y la fragilidad sean parte de nuestro ser sin por eso sentirnos culpables o débiles. Aceptar ante nosotros mismos que estamos dispuestos a seguir adelante a pesar de todo el peso que acumulamos en nuestra mochila.
Cada día nos trae su afán y muchos de esos afanes nos presentan desafíos que nos empujan a los límites de nuestra resistencia. Podríamos decir que son afanes cargados por el mismísimo diablo, y tal vez sea cierto, pero también que gracias a ellos encontramos nuestra poderosa e invencible capacidad de reacción. Cuando en esas pequeñas o enormes luchas diarias nos permitimos sentir, llorar y aceptar nuestras imperfecciones, es que realmente comenzamos el proceso de cura. Comprendemos que abrazar nuestros miedos es un acto de amor propio, un guiño de compasión hacia nosotros mismos, una caricia imprescindible.
Y aprendemos a pasar página sin que hacerlo signifique olvidar lo vivido, sino integrar esas experiencias en nuestra trayectoria personal. Decidimos que nuestras heridas no definirán nuestro futuro y entendemos que cada cicatriz es una medalla de honor en la batalla de la vida.
Hay una belleza indescriptible y salvaje en ese renacimiento. En esa capacidad inesperada de encontrar renovación en los días más oscuros. Dice mi admirado Batania que siempre que nieva él tiene cinco años. A mí me pasa que cada vez que respiro hondo y me sobrepongo a algo que me parecía insuperable, me amanece. Amanezco.
Sale el sol dentro de mí y entonces siento deseos de abrazarme para conmemorar ese día que es sólo mío y que viene a iluminar la danza que percibo entre el pasado y el presente. Pasos de baile donde admiro el equilibrio delicado que existe entre recordar, comprender, aceptar, perdonar y avanzar. Y es en ese escenario que me abrazo y encuentro la libertad para ser, vivir y amar plenamente.
Dejemos que cada una de nuestras cicatrices nos recuerde nuestra capacidad de sanación, y que cada paso hacia adelante sea un testimonio de nuestra fuerza inquebrantable de vivir.
Un triunfo del sol.
Isabel Salas







